Lo que crees… es lo que creas

Lo que crees… es lo que creas

¿Dudas a veces de algo? Te preguntas: ¿Y si las cosas no fueran tan como me las contaron? Si eres de aquellos que ha dejado de conformarse, tienes que saber que cuestionar lo que has dado siempre por hecho, es el primer paso hacia tu libertad. Porque en el momento que dudas, abres un espacio. Una posibilidad de ver el mundo con  nuevos ojos.

Seguramente al principio cuestionas cosas evidentes. Como la religión. Comenzar a preguntarse, a cierta edad, si existe realmente el cielo y el infierno, si Dios es un padre castigador que de vez en cuando te manda pruebas para evaluarte, y que va por la vida libreta en mano anotando tus faltas, para juzgar si mereces el castigo eterno… son seguramente, los dogmas más fáciles de derribar en el proceso del despertar.

Lo más difícil, pero al mismo tiempo, lo más revelador, es identificar aquellas otras creencias profundamente integradas a tu forma de ser y que no eres capaz de ver. Aquellas que moldean tu forma de relacionarte con el mundo, con tus seres queridos, con la manera que te ves a ti mismo. Incluso con lo que crees que es posible para ti en la vida.

Y esas, precisamente por lo desapercibidas que pasan, son las que más poder tienen sobre ti… hasta que decides iluminarlas, y por fin empiezas a ver quién eres sin ellas.

Hoy quiero invitarte a observar esas ideas silenciosas que te detienen sin que lo sepas: las creencias limitantes. Esos pensamientos recurrentes que te hablan de lo que no puedes hacer, de lo que no mereces. Que te hacen sentir pequeño, atrapado. Que te llenan de miedo. Son creencias que actúan como barreras invisibles…. Que impiden que te conectes con tu auténtico poder, y con las infinitas posibilidades que la vida tiene para ofrecerte.

Generalmente son ideas que no vienen de ti. Ideas que escuchaste muchas veces, que heredaste de tu entorno, de tu familia, de la religión, o la sociedad. Y sin darte cuenta fuiste haciendo tuyas.

Son creencias, que sin que tú lo notes, moldean tu vida cada día. Porque no son estáticas dentro de tu mente como una simple opinión, sino que toman un papel protagonista. Guían lo que ves, lo que eliges, lo que atraes, lo que permites y lo que te bloquea.

Las más grandes y evidentes son las que derivan de la religión o de los sistemas tradicionales. Son las primeras en salir a la luz, seguramente porque nunca llegaron a echar raíces tan profundas dentro de tu ser más íntimo: La idea del cielo y del infierno. Que eres pecador por naturaleza. Que tu cuerpo es una fuente de culpa. Que amar a alguien puede ser motivo de condena. Son cosas que, si en algún momento no te cuadraron del todo, probablemente intentaste acomodarlas dentro del panorama general… solo para no sentir esa falta de coherencia.

Pero, sin duda, estas creencias, instaladas desde tu infancia, te enseñaron a temer. A ocultarte. A sentirte indigno. Y aunque tal vez ya no practiques ninguna religión, esas ideas siguen escondidas en algún rincón de tu mente. Siguen operando en automático.

Pero a medida que avanzas en el camino del despertar espiritual, a medida que profundizas… empiezan a surgir otras creencias más sutiles. Más silenciosas. Más disfrazadas de sentido común… Creencias sobre ti mismo, sobre los demás. Sobre la manera en que funciona el mundo. Frases que te dices a ti mismo sin darte cuenta. Creencias que, aunque parezcan cosas pequeñas, te hacen ver solo una parte de la realidad, te condicionan, te limitan.

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Parte importante en el camino de tu desarrollo personal, es revisarlas una por una. Observarlas sin juicio y preguntarte con honestidad: ¿Esto es realmente cierto? ¿Esta idea me expande o me limita? Porque cuando haces este ejercicio interno, te vas dando cuenta de que muchas de las cosas que te bloquean, ni siquiera son reales. Son solo pensamientos repetidos. Ideas heredadas. Versiones prestadas de la realidad, que ya no necesitas cargar.

Cada vez que notes un pensamiento que, por dentro, te genere contracción, angustia, miedo o frustración… detente. Respira. Y trata de ponerle palabras. Para darte una idea de por dónde empezar, te daré algunos ejemplos:

  • No sirvo para esto.
  • Nada me sale bien.
  • Qué tonto soy.
  • Qué mala suerte tengo.
  • Es demasiado bueno para ser cierto.
  • Es demasiado bueno para mí.
  • Es tan bueno que seguro se acaba pronto.
  • Hay gente que lo merece más que yo.
  • La gente con mucho dinero tiene muchos problemas.
  • Prefiero ser pobre, pero honrado. A estas alturas ya no puedo cambiar. Eso es imposible.
  • Tengo miedo…
  • Nada me resulta.
  • Hay cosas que no se pueden cambiar.
  • No tengo tiempo.
  • La vida es dura. Si yo tuviera un poco de su suerte”…

La lista podría ser realmente infinita. Y si prestas atención, verás que muchas de estas creencias están ahí, escondidas en lo cotidiano, guiando tu forma de pensar… sin que lo notes.

Las palabras no son inocentes. No se desvanecen en el aire apenas las pronuncias. Las palabras son actos. Crean. Si te repites constantemente “qué mala suerte tengo”, el universo así lo cree, y la energía creadora, siempre te dirá que sí. Siempre te entregará más de aquello que crees merecer. Así que, si tu afirmación interna habla de la mala suerte que tienes, no te sorprendas si te llegan cada vez más problemas y situaciones que confirman esa idea.

Por eso es fundamental, que además de identificar esas ideas, comiences a hablarte con amor. Con la misma compasión con la que tratarías a tu mejor amigo. Porque seamos honestos. ¿Le dirías a alguien que quieres que es un tonto? ¿O que está destinado al fracaso?… Entonces… ¿Por qué te lo dices a ti?

Cuando sueltas una creencia limitante —por pequeña que sea— algo dentro de ti se acomoda. Cambia la forma en que ves el mundo. Y, como por arte de magia… también cambia lo que el mundo te muestra… lo que el universo te regala. A veces, solo necesitas cambiar una idea… para que todo se ordene. Y el universo comienza a mostrarte que lo que crees… es lo que creas…

Y aquí está la buena noticia. No estás atrapado. Puedes elegir nuevas creencias. Puedes construir una nueva realidad basada en tu propia verdad. No en el miedo, la culpa o la carencia. Y este proceso, aunque tome tiempo y esfuerzo, es profundamente liberador.

¿Pero como funciona?

Una vez que has cuestionado e identificado una creencia que te limita, el siguiente paso es reemplazarla por una convicción más amorosa, más empoderadora. Al principio se siente raro, forzado. Incluso incómodo. Como si te estuvieras mintiendo. Pero con el tiempo, y con mucha práctica, tu mente se empieza a acostumbrar a escucharte desde esta nueva perspectiva.

Llegará un momento en que decirte “¡Qué inteligente soy!” sonará tan natural como cuando te repetías que eras un tonto.

Muchas de nuestras creencias limitantes vienen de un profundo y arraigado miedo al fracaso. Nos enseñaron que había que esforzarse mucho para que las cosas funcionaran. Que los sueños eran difíciles. Que si fallabas… tal vez no eras bueno para algo. En lugar de mostrarte que eres capaz de lograr lo que quieras con solo desearlo. En lugar de enseñarte que el fracaso, es en realidad, una parte esencial del aprendizaje y del crecimiento personal. Y al temerle tanto, estás evitando las experiencias que más te ayudan a evolucionar.

Cuando te enfrentes a una creencia relacionada con este miedo al fracaso, detente y pregúntate: ¿Qué es lo peor que podría pasar si lo intento y no funciona? Lo más probable es que termines por darte cuenta que el fracaso no es tan terrible como parece. Que, incluso si no logras tu objetivo de inmediato, habrás aprendido algo valioso que te acercará más a aquella meta que persigues. De esta manera vas transformando el miedo al fracaso en una oportunidad de crecimiento.

Cuestionar tus creencias limitantes es un acto de valentía y de amor propio. Es el primer paso hacia la libertad interior, hacia un conocimiento profundo de ti mismo y hacia la manifestación de tu máximo potencial.

No permitas que las creencias que otros te han impuesto o que has adoptado inconscientemente dicten tu vida. En lugar de eso, deja que tu verdadero ser fluya, sin las cadenas de lo que te dijeron que debías ser.

Aunque este proceso te resulte incómodo al principio, te acercará a tu auténtica esencia, y te permitirá vivir una vida más plena y consciente. Recuerda que tú eres el creador de tu realidad, y al desafiar tus creencias limitantes, estás tomando el control de tu propia historia.

No hay apuro. No tienes que cambiar todo hoy. Pero empieza a mirar. Empieza a darte permiso para cuestionar. Intenta poner cada día atención a tu forma de hablarte y de mirar al mundo. Empieza a elegir distinto. Porque despertar… es recordar que siempre puedes soltar, elegir de nuevo y volver a empezar. Una y otra vez. Con más verdad. Con más compasión.

Una nueva creencia, sembrada con intención y cariño… puede abrirte puertas que jamás imaginaste. Cada pensamiento es una semilla. Elige con amor lo que quieres sembrar. Y recuerda: lo que crees… es lo que creas.

Soy Ana María

Diseñadora de profesión, amante de las palabras, del cielo estrellado y de las preguntas sin respuesta. Hace años empecé un camino de despertar, no desde grandes dogmas ni retiros místicos, sino desde lo cotidiano: trabajos, relaciones, búsquedas internas y esa intuición que siempre me decía que la vida podía ser algo más.
De ese camino nació El universo habla en susurros, y hoy este blog es una forma de seguir compartiendo lo que me mueve. Escribo para acompañar a otros en ese mismo regreso a sí mismos. Bienvenido!